¡Angélica, si el alma herida
ya por la vejez odiosa,
volver pudiera a la hermosa
primavera de la vida!
Si de la ilusión perdida
me reanima el calor;
si el oleaje del dolor
tan rudo no me batiera,
Yo de tu hermosura fuera
caballero y trovador.
¡Cómo en mis fábulas bellas
te revelara cantando
lo que se dicen temblando
las flores y las estrellas!
las misteriosas querellas
que en lánguido suspirar
riega la brisa al pasar;
¡y te fingiera en mi anhelo
mucho del azul del cielo,
mucho del azul del mar!
Yo te hablara en mis canciones
de fantásticos jardines,
de gallardos paladines
y de góticos salones:
te contara tradiciones
de países extranjeros.
te fingiera los primeros
suspiros, las ansias vivas,
de castellanas cautivas
por ingratos caballeros.
¡Pero el otoño me hiere
y es infecunda la idea,
el pensamiento no crea
y hasta el corazón se muere!
al espíritu se adhiere
profunda melancolía;
no vuela la fantasía,
que en este mar sin aurora
pliega sus alas y llora
el ángel de la poesía.
Estos versos fueron dedicados a Angélica Bethancourt. El poema consta de siete décimas. Palma, también ama a Guatemala, identificado con ella, quizás a falta de la propia, nos dejó escrita la letra de nuestro himno Nacional, claro amén de otros poemas alusivos a nuestros conflictos y a nuestras esperanzas, así como su agradecimiento a la hospitalidad guatemalteca
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