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lunes, 9 de noviembre de 2009

El Vértigo, Parte III

Seguimos con este interesante relato de Nuñez de Arce...

Una noche, una de aquellas
Noches que alegran la vida,
En que el corazón olvida
Sus dudas y sus querellas,
En que lucen las estrellas
Cual lámparas de un altar,
Y en que, convidando a orar.
La luna, como hostia santa,
Lentamente se levanta
Sobre las olas del mar;


Don Juan, dócil al consejo
Que en el mal le precipita,
Como el hombre que medita
Un crimen, está perplejo.
Bajo el ceñudo entrecejo
Rayos sus miradas son,
Y con sorda agitación
A largos pasos recorre
De la maldecida torre
El imponente salón.

Arde el tronco de una encina
En la enorme chimenea:
El tuero chisporrotea
Y el vasto hogar ilumina.
Sobre las manos reclina
Su ancha cabeza un lebrel,
En cuya lustrosa piel
Vivos destellos derrama
La roja y trémula llama
Que oscila delante de él.

El fuego con inseguros
Rayos el hogar alumbra;
Pero deja en la penumbra
Los más apartados muros.
Hacia los lejos oscuros
La luz sus alas despliega,
Y riñen muda refriega
En el fondo húmedo y triste.
La sombra que se resiste
Y la claridad que llega.

Hosco Don Juan y arrastrado
Por su incorregible instinto,
Cruza el gótico recinto
Convulso y acelerado.
¿Qué maldad o qué cuidado
Embarga su entendimiento?
Dijérase que el tormento
De su corazón, si fuera
El alma de aquella fiera
Capaz de remordimiento.

2 comentarios:

CHIVOPOETA dijo...

muy buen poema, no cabe duda que la poseìa brota en el alma y en el cuaderno de un alma que busca la paz en medio del manantial de las letras.

mi blog es http://juansicay.blogspot.com

roberto dijo...

Gracias por su visita y comentarios.

Fraternalmente

roberto