Seguimos con este interesante relato de Nuñez de Arce...
Una noche, una de aquellas
Noches que alegran la vida,
En que el corazón olvida
Sus dudas y sus querellas,
En que lucen las estrellas
Cual lámparas de un altar,
Y en que, convidando a orar.
La luna, como hostia santa,
Lentamente se levanta
Sobre las olas del mar;
Don Juan, dócil al consejo
Que en el mal le precipita,
Como el hombre que medita
Un crimen, está perplejo.
Bajo el ceñudo entrecejo
Rayos sus miradas son,
Y con sorda agitación
A largos pasos recorre
De la maldecida torre
El imponente salón.
Arde el tronco de una encina
En la enorme chimenea:
El tuero chisporrotea
Y el vasto hogar ilumina.
Sobre las manos reclina
Su ancha cabeza un lebrel,
En cuya lustrosa piel
Vivos destellos derrama
La roja y trémula llama
Que oscila delante de él.
El fuego con inseguros
Rayos el hogar alumbra;
Pero deja en la penumbra
Los más apartados muros.
Hacia los lejos oscuros
La luz sus alas despliega,
Y riñen muda refriega
En el fondo húmedo y triste.
La sombra que se resiste
Y la claridad que llega.
Hosco Don Juan y arrastrado
Por su incorregible instinto,
Cruza el gótico recinto
Convulso y acelerado.
¿Qué maldad o qué cuidado
Embarga su entendimiento?
Dijérase que el tormento
De su corazón, si fuera
El alma de aquella fiera
Capaz de remordimiento.
2 comentarios:
muy buen poema, no cabe duda que la poseìa brota en el alma y en el cuaderno de un alma que busca la paz en medio del manantial de las letras.
mi blog es http://juansicay.blogspot.com
Gracias por su visita y comentarios.
Fraternalmente
roberto
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