Dejamos acá la segunda parte de éste bello poema.
Suena un beso al aire, cuando
entre rosados martirios,
entre degollados lirios
la campana está sonando,
el ángelus inclinando
con su tiara de colores
para curar los ardores
del hombre que se desangra
en granate y sangra, sangra,
en rubíes sus amores.
Ay, del gris en el confín
y del humo en la conciencia,
la vida es larga experiencia,
la ciencia no tiene fin.
¿Qué me dices serafín?
Vive por la carne amante,
quien ama vive radiante
en tempestad y dolor,
porque es dulce mal de amor
sangrar iris al diamante.
Campanada, campanada
en zafiros descendiendo,
alfombras de oro tendiendo
en la tarde azul callada,
campanada tan morada
cuando las petunias lilas
ven campanas con pupilas
violetas en la distancia,
esparciendo la fragancia
de las olvidadas lilas.
Es un fuego azul del agua,
es un agua en pleno fuego,
arrodillarse en el ruego,
huir en celeste piragua,
es convertirnos en fragua
del espíritu violento
-come fuego, bebe viento-
cuando una dulce llovizna
hollín de ensueño nos tizna
el horno del pensamiento.
Reza moarés la tristeza,
meditaciones violadas
van en esas campanadas
en la hora de la belleza;
cuando soñar es nobleza
de la ventana asomada
a la nostalgia morada,
cuando somos un remoto
eco en tu temblor ignoto…
¡alma de la campanada!
León Aguilera, Cantos del Véspero,
Ministerio de Cultura y Deportes
Editorial Cultura
Primera Edición, 2002
Pag. 105
No hay comentarios:
Publicar un comentario